Publicado por El Longino de Iquique)
Jugar a empatar es más fome que bailar con la hermana. La
gracia de cualquier confrontación, sea ésta del
saber o del hacer humano, es que haya un ganador. El triunfo de una
idea, una apuesta, una discusión o en un encuentro deportivo, es la esencia y
naturaleza misma del evento. Si hay empate, el asunto es tan insulso y desabrido como chupar un clavo. No
tiene gusto a nada y nadie queda satisfecho. Y no siempre hay una segunda
posibilidad. Por eso es frustrante.
Cuando en algunos deportes un equipo va perdiendo y queda muy poco
tiempo para finalizar el partido, éste tira toda la carne a la parrilla. Primero
para ponerse en igualdad, o sea empatar y quedar
a ras con el adversario y desde esa posición, remontar para terminar subiéndose en el podio.
El estado-resultado de ni ganar ni perder, es ambiguo y no es una situación grata, pero suele calificarse de más digna que
estar perdiendo y terminar perdiendo. Y esto que ocurre en el mundo del
deporte, aunque resulte curioso, también está presente en otras realidades en
las que participamos los humanos y una de ellas es la política. Y lo novedoso en este último caso, es que análogamente, la política tiene mucho que ver con lo lúdico, con los
juegos. Por eso que no es extraño escuchar expresiones como: el juego político,
las jugarretas de la política, o calificativos como que la política es una
chacota o que es un chiste. Se puede colegir entonces, que los políticos
estarían habitualmente jugando y como
corresponde a su naturaleza intrínseca,
siempre intentando ganar en sus
posiciones, proyectos, ideas y argumentos. Me parece loable el espíritu ganador que les anima. Pero si todo finalmente
les sale mal, a lo menos tienen la alternativa de jugársela por empatar. Pero
siempre jugando, nunca prescindiendo de ese sentido lúdico. Jugando a gobernar,
jugando a ser muy serios, jugando a la honestidad republicana, intentando mostrar
que todo lo que hacen es “jugársela” por la Patria. Jamás por salvar su
pellejo. Actitud similar a la de los súper
héroes. Lamentablemente los ciudadanos, no
se sienten precisamente en una revista de comic. Los ciudadanos pecamos mucho de ingenuos y
les creemos bastante su buena fe.
En política, la práctica del empate es posible que sea tan antigua como sentarse
en el trasero. Lo malo es que no siempre se ha utilizado empatar en el sentido positivo,
esto es, de igualar y superar. Me
explico. Si determinado conglomerado político hace una muy buena propuesta de
interés nacional, los contrarios debieran a lo menos empatar con una propuesta
similar (empate técnico) y si pueden con
uno mucho mejor, para ganar (con el reconocimiento ciudadano) y así, como en el
viejo juego de la pirinola, cuando sale el lado “Todos Ganan”, efectivamente
todos ganen.
Pero jugando a la verdad, lo que hoy ha surgido a causa del
uso indebido o mal habido de fondos para
las campañas electorales recién pasadas
(por suerte no se ha revisado mucho más atrás (creo que O´Higgins recibió
platas de la Logia Lautarina para la independencia de Chile y que nunca rindió
cuentas, pero ese es otro asunto) y que hay acusaciones cruzadas tendientes a
sacar de ambos lados los posibles trapitos sucios y la basura escondida bajo la alfombre.
Finalmente lo que me imagino es que los políticos nos quieren convencer que
habría a lo menos un empate entre el llamado Pentagate y el Yategate, no solo por los montos, sino por lo
ilícito de los procedimientos. ¡Exijo una explicación¡ Digo yo y también Condorito.
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