Publicado en el diario El Longino de Iquique
Cuando la comunicación es escrita, no es difícil que cientos de mails se
acumulen sin que podamos leerlos. Esta cantidad podría ser un promedio no
exagerado de los correos que cualquier profesional, ejecutivo medio o superior
podría acumular cada día. Y esto desde luego que no representa un supuesto
“status” de poder o importancia relativa dentro de la organización. Si esto fuera
así, hasta se podría concluir que hay una relación directa entre el volumen de mails
recibidos y la importancia del cargo.
Un amigo decidió desconectarse. En situaciones muy especiales usa el correo.
Prefiere el contacto directo. Los correos que le llegan no los lee. Y esto le jugó una mala pasada. Alguien le
aconsejó que los leyera porque hacía una semana lo habían despedido. Pero todo
depende del tipo de persona, lo que haga y en qué momento de su vida se
encuentren. Si está en su casa ya jubilado, por cesantía, es de la generación Ni Ni, (jóvenes
que Ni estudian Ni trabajan), etc., la posibilidad de recibir correos va en
declinación diaria. Hasta llegar al olvido. Ahí comienza un drama diferente,
pero eso es otro cuento. Algunos optan
por meterse en cuanta lesera nueva haya en las redes sociales. Los peores son
los correos con dramones en cadena, cuyo
único propósito es copiar las
direcciones adjuntas de cientos de incautos, para luego pasárselos a los
verdaderos interesados, cuyo domicilio conocido es una celda de alguna cárcel
nacional o extranjera. Pero este es otro cuento que me llegó por correo
Pero mi tema es
otro. Quiero averiguar por qué, en plena época de las comunicaciones
instantáneas, muchas veces me siento más incomunicado. Hace meses que envié
correos cuyos temas y contenidos califiqué de importantes o pedí respuesta urgente.
Mi conclusión es que no importa cuán importante sea para el emisor el correo
enviado, sino cómo lo califique el receptor. Ergo, mis correos valen hongo para los destinatarios.
Les interesa una bola el contenido y la
urgencia mía. Y lo entiendo, el receptor
tiene todo el derecho a discriminar.
Esto me hace
reflexionar sobre cuán conectados estamos en la vida actual. Y no solo vía los correos sino del mundo
cibernético en general (twitter, facebook, instagram, blogs, juegos como Carta Blanca, Sudoko, Candy Crush, Póker etc. ).
Consecuente con esto, me permití crear categorías de los humanos según el número de contactos electrónicos diarios en los cuales se ven involucrados:
Consecuente con esto, me permití crear categorías de los humanos según el número de contactos electrónicos diarios en los cuales se ven involucrados:
Categoría A: No
existo. Hasta 50 contactos.
Categoría B: Socialmente virgen, entre 51 y 100 contactos.
Categoría C: Me Comunico Luego Existo entre 101
y 200.
Categoría D. Ligas
Mayores, más de 200 contactos diarios.
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