lunes, marzo 30, 2015

Socialmente virgen

Publicado en el diario El Longino de Iquique



A muchos amigos que trabajan en empresas les oigo quejarse de los amaneceres nublados.  Metafóricamente hablando, quieren expresar que los días se ven grises con  cientos de mails sin leer. Deben leerlos y luego decidir qué hacer. Desde presionar “delete”  o citar a una reunión  de emergencia. Les pasa a miles de gerentes, jefes de áreas, administrativos  y a decir verdad, hoy a medio mundo.  Quien tenga un equipo electrónico y comunicacional a menos de dos metros a la redonda es víctima activa o pasiva de este “mal” de los tiempos. Estamos todo el día (aún dormidos) conectados de entrada o de salida. Seamos receptores o emisores.  
Cuando la comunicación es escrita,  no es difícil que cientos de mails se acumulen sin que podamos leerlos. Esta cantidad podría ser un promedio no exagerado de los correos que cualquier profesional, ejecutivo medio o superior podría acumular cada día. Y esto desde luego que no representa un supuesto “status” de poder o importancia relativa dentro de la organización. Si esto fuera así, hasta se podría concluir que hay una relación directa entre el volumen de mails recibidos y la importancia del cargo.   
Un amigo decidió desconectarse.  En situaciones muy especiales usa el correo. Prefiere el contacto directo. Los correos que le llegan no los lee.  Y esto le jugó una mala pasada. Alguien le aconsejó que los leyera porque hacía una semana lo habían despedido. Pero todo depende del tipo de persona, lo que haga y en qué momento de su vida se encuentren. Si está en su casa ya jubilado, por  cesantía, es de la generación Ni Ni, (jóvenes que Ni estudian Ni trabajan), etc., la posibilidad de recibir correos va en declinación diaria. Hasta llegar al olvido. Ahí comienza un drama diferente, pero eso es otro cuento.  Algunos optan por meterse en cuanta lesera nueva haya en las redes sociales. Los peores son los correos con dramones en cadena, cuyo    único propósito es copiar las direcciones adjuntas de cientos de incautos, para luego pasárselos a los verdaderos interesados, cuyo domicilio conocido es una celda de alguna cárcel nacional o extranjera. Pero este es otro cuento que me llegó por correo
Pero mi tema es otro. Quiero averiguar por qué, en plena época de las comunicaciones instantáneas, muchas veces me siento más incomunicado. Hace meses que envié correos cuyos temas y contenidos califiqué de importantes o pedí respuesta urgente. Mi conclusión es que no importa cuán importante sea para el emisor el correo enviado, sino cómo lo califique el receptor. Ergo,  mis correos valen hongo para los destinatarios. Les interesa una bola  el contenido y la urgencia mía.  Y lo entiendo, el receptor tiene todo el derecho a discriminar.
Esto me hace reflexionar sobre cuán conectados estamos en la vida actual.  Y no solo vía los correos sino del mundo cibernético en general  (twitter,  facebook, instagram,  blogs, juegos como Carta Blanca, Sudoko, Candy Crush,  Póker etc. ). 
Consecuente con esto, me permití crear categorías de los humanos según el número de contactos electrónicos diarios en los cuales se ven involucrados:  

                          Categoría A: No existo. Hasta 50 contactos. 
Categoría B: Socialmente  virgen, entre 51 y 100 contactos. 
Categoría C: Me Comunico Luego Existo entre 101  y  200. 
Categoría D. Ligas Mayores, más de 200 contactos diarios. 

Reconozco estar en la categoría “socialmente virgen” pues mi  nivel de contactos con el mundo electrónico es muy bajo, aún cuando estaría dispuesto a perder mi virginidad si hubiera una buena causa. Digo yo.  

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