(Artículo publicado en el semanario Iquiquexpress el 16 de octubre de 2005)
Cuando Paul Allen y Bill Gates se dedicaban en el garaje de la casa a desarrollar un nuevo aparatito computacional, nadie habría pensado que desde allí saldría algo que cambiaría al mundo y los trasformaría en los hombres más ricos del planeta. Por eso es muy válido preguntarse ¿y por qué no Manuel Salinas, un ingeniero comercial prácticamente ciego (ve sólo un 30% con un ojo y nada con el otro) y el ex detective Gabriel Vargas dueño de una empresa de transporte de valores, no podrían haberle dado el palo al gato y el robot que armaron fuera el más fantástico invento de todos los tiempos, incluso, más rentable que la Microsoft?
Arturito representa en versión técnica moderna, algo así como el genio de la lámpara maravillosa. Es un robot de formas simples y casi ingenuas que nos recuerda los carritos de arrastre que fabrica la industria de juguetes Fisher Price. Sin embargo, de acuerdo con los antecedentes disponibles, las virtudes de esta octava maravilla son casi interminables.
No obstante, mi teoría es que, siendo chilenos los inventores, un par de tipos que de física sabían tanto como tocar fagot, esto hace dudar a cualquiera. A pesar de ello, hasta el momento van dos aciertos concretos como lo son el hallazgo subterra del cadáver de Francisco Yuraszeck y las armas en la ex Colonia Dignidad. Por cierto que la mayor notoriedad la lograron cuando aseguraron que en la isla Robinson Crusoe había tres tesoros increíblemente valiosos. El más grande, de más de 800 toneladas de oro.
Los expertos y científicos nacionales dicen que es un fraude, especialmente porque el inventor no sabe de física más que lo que aprendió en las revistas de Mecánica Popular. Además, su historia es poco creíble. Estando en la universidad de Colonia en Alemania en un post grado de Economía, encontró un libro con las fórmulas inconclusas de la fisión atómica de Robert Oppenheimer. Ni corto ni perezoso sacó fotocopias de ellas y durante los siguientes diez años intentó todos los días resolverlas, pues intuía que ahí estaba el negocio. Ni al baño dejaba de ir con sus papeles. Y un día, precisamente en ese lugar, después de un gran esfuerzo, se le abrió la mente, se hizo la luz y las resolvió. Como en CORFO y otras instituciones nunca le dieron pelota, convenció a su jefe, el ex tira Gabriel Valdés de que pusiera $ 200 millones para armar el lego electrónico. Y lo hicieron.
Lo sorprendente - y que constituye también la principal causa de dudas - es que Arturito, en todas sus tareas se saca puros sietes. Por ejemplo, en el ámbito minero puede encontrar oro, cobre, agua, petróleo, gas y cualquier otro material. En el campo militar detecta explosivos, dirige misiles con exactitud y puede potenciar una fragata o un avión. También encuentra cuerpos y puede determinar si una carretera o un puente están bien construidos. Además, tiene utilidades en la medicina, ya que examina huesos, sangre, genes, hormonas y detecta cáncer, ingesta de algún medicamento, presencia de drogas…Es tan, pero tan eficaz, que pocos creen que puede ser cierto.
Los inventores están molestos porque el gobierno se muestra más preocupado del tesoro de la isla y de otros que han avisado existir en Coquimbo y uno grandote en Arica, que del aporte a la ciencia. Por ello, esta difusión de lugares con tesoros la estarían haciendo para llamar la atención para que al momento del hallazgo crean en su maquinita y les den apoyo para explotarla comercialmente.
Para colmo de la incredulidad, el robot tiene una operación súper sencilla. Se le ingresan a un computador las características del elemento que desea que busque y Arturito emite un rayo gamma que a medida que va chocando con los distintos cuerpos, identifica su perfil atómico, avisando cuando encuentra lo que le programaron. La capacidad del geoecógrafo, que es el nombre genérico de la máquina, tiene una capacidad ilimitada para registros de perfiles atómicos. Hasta la fecha solo le han ingresado 1.500, por lo cual su potencialidad es incalculable.
Y todo es, aunque usted no lo crea, chileno. En efecto, hemos fabricado y somos dueños del más trascendental invento de todos los tiempos. El más grande invento del tercer mundo.
Por eso es que me llama poderosamente la atención que ningún candidato presidencial haya visto este potencial y no le esté dando esférica a Arturito.
¿Cómo es posible que Sebastián Piñera, que es el más pillo de los cuatro para los negocios, no haya cachado que con esta maquinita podría manejar el país sin moverse de la Moneda y hacer de Chile la nación más poderosa del mundo?
No depender nunca más del gas de Argentina o Bolivia, sino descubrir nuestras propias fuentes. Igualmente de petróleo. Encontrar agua en las zonas más críticas “hasta para bañar yeguas”, como dicen por el sur. Pagar anticipadamente la deuda externa, mejorar las pensiones, darle pega a los 600 mil cesantes, sacar definitivamente de la pobreza a miles de familias, crear centros de rehabilitación de jóvenes afectados por las drogas, financiar las Teletones de los próximos diez años. En fin, en qué gastar la plata no faltaría.
Algunas aplicaciones de Arturito que tendrían también alta demanda podrían provenir de las agrupaciones de detenidos desaparecidos para encontrar a las víctimas; de las empresas mineras por nuevas vetas y el tema del agua; de Obras Públicas para la revisión de la calidad de la construcción de casas, puentes y pavimentos (pistas de aterrizajes en aeropuertos, entre otras).
No hay duda que esta máquina es una maravilla. Es el sueño del alquimista pero no en versión química sino física. Ahora hay que esperar que el robot gane la pelea en los círculos científicos internacionales. Dale campeóooon, dale campeóooon. ¡Arturito, no te fundas nunca! Si somos malos para el fútbol, por lo menos inventando robots podríamos ser buenos. Digo yo.