miércoles, noviembre 05, 2014

Fiesta de miedo

 
El viernes fue Halloween, esta fiesta gringa que en Chile empezó tímidamente a celebrarse hace muchos años en algunos barrios acomodados de Santiago, posiblemente por la influencia del cine norteamericano y también porque algunas  familias que habiendo vivido un tiempo en Estados Unidos, participaron en estas fiestas y les pareció interesante hacerlo una vez de vuelta en Chile. Y así fue sumando hasta popularizarse   

A la fecha, esta fiesta dejó de ser una celebración chilena exclusiva de gente de los barrios altos,  esto es, de gente “pituca con lucas”  y  se masificó a todo los estratos sociales de Chile, siendo ahora una fiesta  que compite fuertemente con la Navidad y con el ícono mundial Santa Claus,  para nosotros conocido como Viejito Pascual y que aparentemente llegó para quedarse. Es porque Halloween es producto de la globalización, qué duda cabe.    

Me pregunto por qué tanto éxito de esta celebración tan sui generis donde se hace un culto a  la muerte, lo maléfico, lo diabólico, la sangre, el miedo y a otras expresiones de similar analogía. Algo que en otros tiempos nadie se podría haber imaginado que   llegaría a ser motivo de una fiesta nacional, donde los niños son los más adictos. La única conexión más o menos razonable es la que relaciona la “noche de brujas”,  la víspera del día de Todos los Santos que es el 1 de noviembre, fecha que es la conmemoración que la Iglesia Católica tiene dispuesto en el calendario para rendir tributo a los fallecidos.

Lo curioso es que en la noche de Halloween se mezclan, por una parte, la muerte, la pena y el dolor  por los fallecidos y por otro lado  la alegría,  la felicidad y las travesuras que con ocasión de los muertos, los semi muertos o los resucitados, recorren calles y vecindarios, grupos de niños y adultos disfrazados ad hoc, pidiendo dulces o amenazando con hacer alguna travesura si no se muestra generosidad. En este escenario, son los propios fallecidos los que salen de parranda, muy bien acompañados con algunos socios que comparten el mismo estado de vida, muerte, salud o  padecimiento.   De esta forma Ud. podrá ver saludables, alegres o muy deteriorados, brujas, diablos, zombis, vampiros, momias, heridos de gravedad o cadáveres en distintos estados de putrefacción pidiendo dulces o amenazando.

Pero esto no es todo. Se han empezado a mezclar las ideas, las formas y las acciones de esta celebración debido a que ha aparecido una nueva mayoría (comerciantes, fabricantes, importadores y familias) que con querer queriendo han estado innovando todo y así el asunto va creciendo y a la vez enredándose cada vez más. La variedad de disfraces excede la naturaleza de la fiesta y sus propósitos.  Me tocó ver en una comparsa de mi vecindario además de los muertos y ensangrentados de rigor,  princesas, superhéroes (Batman estaba bien pues era su contexto), piratas, corsarios y duendes, pero me pareció inexplicable la presencia allí del Oso Yogi, Michel Jackson y  Caperucita Roja. Estoy de acuerdo en que múltiples interesados quieran agregar lo suyo, pero este asunto de disfrazarse tiene su brujería.  

Mi explicación es muy básica. A los seres humanos nos gusta esta cosa de disfrazarnos.  Ser lo que no somos o querer ser alguien que nos gustaría ser. Si somos pobres nos disfrazamos de ricos, si somos feos nos disfrazamos de Príncipes. Si somos comunistas, nos disfrazarnos de demócratas. Si somos demócratas nos ponemos una máscara según la ocasión.  En fin, da para mucho esto de las brujas. Yo con la mía estoy feliz. Debe ser el conjuro que me hizo hace 45 años. Digo yo. 

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