En la nueva ley, los cambios son sustanciales
y sí afectan particularmente a los que más ganan. Es parte de la filosofía
inspirativa de la reforma. Los que más ganan, más pagan. Es justo y necesario, aún cuando el efecto final de sacarle plata a
los que tienen mucho o demasiado no es el mismo, ya que estos tienen muchas formas de mitigar el dolor
financiero. Las grandes fortunas, que generalmente son primas hermanas de inmensas empresas igualmente exitosas,
cuentan con diversas y complejas fórmulas para atenuar el efecto “depredador”
de los impuestos, que afectan tanto a los ingresos personales como a las utilidades de sus rentables
corporaciones. Visto
así, por un lado está el Estado que exige contribuciones de los que más tienen
o ganan, con el fin de apalancar fondos
suficientes para las inversiones que el
país necesita y por otro, los que conforme
a la ley también tratan de minimizar la exigencia. Y como en el derecho privado
se puede hacer todo lo que la ley no prohíbe (en el derecho público solo lo que la ley permite), el sector empresarial
y los contribuyentes privados buscarán siempre la forma de minimizar el pago de
impuestos. Por eso la nueva reforma hace tanto hincapié en el tema de la
elusión y ha llevado a una categoría de clase mundial las atribuciones del
implacable y eficiente SII.
Pero los pobres propiamente
tales, especialmente los de los quintiles más a ras de piso, si bien prácticamente
no están afectados por esta reforma por el asunto impuestos a las ganancias
(porque no las tienen) ni a las rentas personales (porque están exentos) sino
que el golpe que les propina la nueva ley tributaria es por el lado del gasto.
Y este es el flanco que más les duele porque está relacionado al alza de los
precios de varios de los productos de la canasta alimenticia.
Lo que ocurre con “el pueblo”
prefiero llamarlo así antes que de tal o cual quintil, o sea, la gente social y económicamente más pobre, es un
segmento altamente proclive al consumo de bienes que esta nueva reforma tributaria castiga
severamente: los licores espirituosos (con alcohol) , las bebidas (con azúcar )
y el tabaco (con nicotina y otros venenos) Pareciera, visto así, que es un
impuesto más preocupado de la salud que de recaudar fondos. Creo que ameritaría
una campaña y promocionarla como “pague
impuestos saludables y siéntase bien”.
Estudios de entidades serias, como algunas universidades e incluso el mismo
INE (antes de la caída con el Censo) muestran que en la mesa de los hogares de
muy bajos ingresos, a la hora de las comidas pueden faltar muchos bienes alimenticios
básicos pero jamás las bebidas azucaradas, la cerveza y para la sobremesa o
para mitigar el hambre, harto cigarrillo.
O sea comen poco, pero fuman y beben
demasiado. Y este tipo de consumo doméstico es el más castigado en términos
proporcionales por la reforma tributaria. Por eso es que recomiendo que si Ud. es muy
pobre y quiere que el billete le alcance, no fume, ni beba. Digo yo.
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