miércoles, noviembre 05, 2014

La terribilitis

(Publicado en la revista Kilómetrocero, edición Diciembre 2013)

La vida nos ilustra con múltiples testimonios de personas que a pesar de haber sido golpeadas  rudamente por las circunstancias de la vida,  son extraordinarias con modos de vida ejemplares. Cito como ejemplo al físico Stephen Hawking, al actor “superhéroe” Christopher Reeves y al sorprendente Nick Vujicic, un hombre sin piernas ni brazos que recorre el mundo dando el ejemplo de cómo superarse en la vida, sin derrotismos  y siendo  feliz por el solo hecho de estar vivo.    
Esa capacidad que poseen este tipo de seres humanos se conoce como resiliencia, un término que proviene del mundo de la física y que está asociado a la condición de ciertos cuerpos sólidos de ser capaces de recomponerse tras haber sido sometidos a muy severas presiones y exigencias, prácticamente  destructivas. Derivó a la psicología positiva y se usa mucho actualmente en las terapias para personas que necesitan superar muchas limitaciones, miedos y estados de estrés paralizante. También se incursiona con éxito en el mundo de las empresas.      
El psicólogo español Rafael Santandreu en su libro El arte de no amargarse la vida, dice que todo comienza cuando los seres humanos quedan atrapados y dominados por la depresión, la ansiedad y la obsesión.  Y eso se iniciaría cuando uno califica cada cosa que le sucede en la vida. La ponderación oscila desde “Genial”,  un estado donde lo que nos sucede nos hace sentirnos estupendos, todo es súper bien, somos felices y lo disfrutamos. Por el otro extremo está “Terrible”, es decir aquel estado donde lo ocurrido lo calificamos como lo peor de lo peor y que nos hace sentirnos muy infelices y desgraciados.
Lo grave de todo esto, es que muchas personas, tal vez demasiadas, muy frecuentemente incluso casi siempre, califican que lo que les ocurre está en la categoría de  ¡terrible¡. Esto daría paso a la Terribilitis, una verdadera enfermedad  moderna que nos hace ver nuestras vidas y cada cosa que nos ocurre, de color negro. Y en el mejor de los casos, gris oscuro.
¿Cómo salir de la enfermedad? Lo primero es tomar conciencia de que las categorías en  la escala de evaluación de las cosas de la vida son muchas más. Podría ser Genial, Muy bueno, Bueno, Normal, Malo, Muy malo y Terrible. 
¿Por qué demasiada gente califica como terrible casi todo lo que le pasa en la vida? Si me deja mi pareja es terrible, si pierdo el trabajo es terrible, si me chocan el auto es terrible, si mi hija de 2°  Básico  baja de 6,1 a 5,5 en Lenguaje es terrible, si perdí el carnet de Identidad es terrible, si subió el precio de las aceitunas es terrible, si perdió la U , Colo Colo o  Deportes Iquique es terrible.  ¡Pamplinas!
La terribilitis es terrible, porque a causa de ella sentimos muchas emociones negativas. Pero sentir emociones negativas no tiene nada de malo. Lo malo es sentir emociones negativas “exageradas”. Y aquí es donde está la madre del cordero. 
Sabemos que los hechos externos –lo que nos sucede- impactan sobre nuestras vidas produciendo emociones: rabia o satisfacción, alegría o tristeza. Si mi pareja me abandona me sentiré triste (o alegre eventualmente, nunca se sabe) Si alguien me insulta me sentiré ofendido. Existe la percepción de que hay una relación de causa y efecto directa entre   hechos y emociones. Pero no es tan así. Y aquí está la mamá del cordero aludido. Existe una instancia intermedia y esto lo descubrió hace miles de años Epícteto un sabio griego que dijo “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”. O sea que el responsable de cómo nos sintamos con lo que nos ocurre es quien gane la pelea en nuestro diálogo interno. Si es el diablillo malo o el ángel bueno. El positivo o el negativo. El optimista o el pesimista. El alegre o el triste.
Concluyendo entonces, seguro que nada de lo que a Ud. le  pase puede ser tan terrible. Piense en Hawking,  Reeves o en Vujicic compárese y se dará cuenta que su “problema” vale hongo, comparativamente. Tome la vida con humor, piense positivo. En el pensar bien está el secreto. Hágale caso a Epícteto, digo yo.

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