miércoles, noviembre 05, 2014

¿Impuestos o voluntarios?

Con motivo del proyecto de reforma tributaria consensuada en el Parlamento tras un largo camino de análisis, acuerdos y gallitos, me he sentido impelido a reflexionar sobre los tributos que los ciudadanos pagamos prácticamente por todo lo que hacemos, por lo que tenemos y para colmo,  hasta el fin de nuestros días y más allá, puesto que nos aplican un tributo si dejamos algo a los herederos.
Desde luego que entiendo que el Estado nos pida  - más bien nos cobre- mediante los impuestos, la plata que necesita para proporcionarnos las cosas fundamentales para vivir en una sociedad organizada: infraestructura, servicios públicos, justicia, defensa y otras. En esto no cabe discusión, lo que  se cuestiona casi siempre son los montos, los tramos impositivos, las tasas,  la frecuencia o la naturaleza del impuesto. Y en este sentido ya la propia palabra “impuesto” implica una obligación,  algo que se impone. Y como es natural a la conducta humana, en este caso al  humano contribuyente, éste se siente acosado por el poder del Estado que lo invita/obliga a contribuir con su granito de arena a formar los fondos suficientes y necesarios para  mantener al país vivito y funcionando lo mejor posible, no solo ahora,  sino para secula seculorum.
Entendido así el asunto, los serios y honestos ciudadanos contribuyentes, debiéramos entender bien la  gloriosa misión que cada año nos recuerda la Ley de la Renta y otras de similar naturaleza y propósitos aún cuando a veces nos parezcan turbios y contrarios a nuestro sentido de la libertad. En verdad, debiéramos sentirnos orgullosos de construir la Patria de las generaciones que vienen. La de nuestros hijos, nietos, bisnietos y todos los que se integren.  
Pero la realidad no es tan idílica para muchos. Sobre todo en el día a día o mejor dicho, en el año a año, cuando hacemos la declaración de impuestos y debemos pasarle una tajadita adicional a papá Fisco, fuera de lo que mensualmente nos descuentan por servicios que contratamos como salud o previsión, lo que siempre consideramos abusivo. Pero ese es otro cuento.
Un aspecto que me inquieta en particular es el asunto de conciencia involucrado. Si los impuestos no fueran “impuestos”, sino voluntarios, creo que definitivamente el país quebraría en treinta días. No pasaría ni por un default del tipo argentino. Por eso, la filosofía de los impuestos es que sean obligatorios, regulares y permanentes. Y respecto de esto último, vale recordar que cada vez que se han establecido impuestos transitorios, siempre terminan siendo definitivos.     
En cuanto al tema de responsabilidad y conciencia tributaria ¿en qué categoría estarían los que eluden el pago de  impuestos? Y en esto no me refiero solo a los que se citan como los mayores evasores, los expertos en elusión - grandes empresas y capitales- sino hasta la persona que en un local de una feria agropecuaria, no entrega la boleta de compraventa al comprador. No solo deja de recaudar por encargo del Estado el 19% del IVA, sino que a la vez se queda con ese diferencial que el comprador ya pagó en el precio. O sea,  capicúa, como se dice en el dominó.  Gana por los dos lados.
Por donde se mire hay impuestos, nada prácticamente está libre de estas contribuciones no voluntarias. Y por más que no nos guste entendemos que son ineludibles, desagradables y que nos dejan la sensación de que nos sacaran el dinero del bolsillo. Pero qué le vamos a hacer, todavía nadie ha inventado una fórmula diferente de financiar al Estado.  Salvo que estemos pensando en fórmulas tipo  Corea del  Norte que me imagino debe ser muy especial. Digo yo.   

No hay comentarios.: