miércoles, noviembre 05, 2014

Viva Chile mier...

(Publicado en la revista KilómetroCero edición agosto 2014) 

Por razones de trabajo, estudios, diversión o circunstancias de la vida, pasé fuera de Chile en algunas fechas significativas: cumpleaños de mis hijos, familiares,  aniversarios de matrimonio  y  vísperas de Navidad. Y también las gloriosas fiestas de la Patria, el 18 y 19 de septiembre.
No estar en Chile en fechas de este tipo genera emociones fuertes. Estando lejos  la Patria se añora, se siente y se quiere más intensamente.  El 18 de septiembre lejos del terruño  genera llantos y hasta tiritones de pera en ciertas circunstancias. Me tocó vivirlo  y en lugares lejanos.  Recuerdo una escala del  vuelo que me llevaba de Nueva York a  Seúl en Corea. El avión se detuvo en Anchorage una pequeña localidad del estado de Alaska de los Estados Unidos. Desembarqué para adquirir algo en las tiendas del aeropuerto. Compré una figura de un esquimal típico que me recordó mucho a nuestro legendario indio pícaro. También se le subía la cabeza, pero nada indebido emergía de su cuerpo  sino un cálido: “Welcome to Alaska”. Pero lo más insólito fue encontrar un ejemplar de la revista Condorito.  Esa revista me resumió  Chile tan pronto la vi. Me llevó de inmediato a su geografía, su cultura, su idioma. Resumía el  alma de mi país, desde allí muy cerca del círculo Polar Artico. Confieso que “se me aconcharon los meados” como se decía en mi Chile antiguo y campesino. Reconozco que Condorito me emocionó tanto o más que si hubiere visto ondear la tricolor o escuchar la canción nacional.     
A partir de eso,  creo que entendí bien lo de las Fiestas Patrias de los chilenos en el extranjero que tratan de revivir el patriotismo - definido en este caso como un poderoso y atrayente amor a la Patria que los parió.    Y lo hacen celebrando bajo las formas de preparar y comer las comidas típicas, seguir las tradiciones, pero fundamentalmente compartiendo  emociones.  En este escenario no faltan las cuecas, las empanadas, los fierritos,  la chicha, los “terremotos”, las fondas (en la medida de lo posible),  las cintas tricolores, las banderitas  y en la actualidad,  seguro que también estarán las figuras de la Roja de Todos, con afiches del  Niño Maravilla, el Rey Arturo o el Pitbull. Todo aquello que huela, recuerde o inspire  a la Patria chilena.
Es explicable, porque el 18 en el extranjero tiene otro sentido, otro sabor, genera otras sensaciones, una dimensión emocional diferente. En el Chile físico y real, las Fiestas Patrias son principalmente de mucho asado, mucho vino o chicha y a veces hasta un par de cuecas. Y de las tradiciones criollas, muy pocas y principalmente solo para los niños pequeños. Y eso sería todo. En el extranjero en cambio las tradiciones son el fuerte y por eso abundan las emociones.  Sea en Australia, Estados Unidos, España, Francia  o Brasil, miles de chilenos celebran emocionados las Fiestas Patrias. Disfrutan de otra forma una empanada de horno, una cueca chora, un anticucho o un vaso de chicha. Y en cada acto alimentario, de remojar la garganta para seguir cantando o taconear la danza criolla, se rinde un emocionado acto de amor a Chile.  Para muchos chilenos en el extranjero, las Fiestas Patrias son la celebración más importante y querida del año. Mucho más que la Navidad y el Año Nuevo.  El 18 es esa fecha del año donde todos celebran el haber nacido y vivido en esta larga franja y delgada de tierra, que además tiene una bonita  vista al mar.
Los que tienen un poco de confusión en esto son los cabros chicos hijos de padres  chilenos nacidos en el extranjero. Están obligados a seguir y compartir las tradiciones de sus padres y que re poco entienden de cuecas, ramadas o del singular idioma de Condorito. Los volantines de papel, los trompos de madera, los emboques les resultan elementos a lo menos curiosos. Para un cabro chico chileno nacido en Copenhague, París, Oslo, Estocolmo o Amsterdam, las empanadas caldúas le pueden resultar hasta “exóticas”. Para un hijo de chileno nacido en Zurich el palo encebado debe parecerle una práctica primitiva. Me pregunto cuánto podrán durar estas tradiciones  en manos de la generación de reemplazo de los chilenos de la primera vuelta. Llegará a ser al final  Chile solo el recuerdo de un pequeño país al sur del continente americano.
Finalmente creo que Chile tendrá los chilenos que nos merezcamos. A Chile no lo definen sus límites geográficos. Chile es lo que los chilenos soñamos para él. Chile somos nosotros. Es la Patria que no podemos poseer, sino la Patria que nos posee, que define cómo hablamos, qué comemos, cómo saludamos, como la sentimos  y cómo nos entristecemos  y preocupamos cuando otro chileno la pasa mal. Chile es Condorito y sus amigos. Es el humor de Coco Legrand, la música de los  Huasos Quincheros, Quilapallún o Los Prisioneros, el fútbol de Colo y la U de Chile,  la cordillera de los Andes, el  mar    que tranquilo (a veces no tanto) nos baña. El cobre que nos paga el sueldo. En fin, a Chile no hay que explicarlo, solo quererlo. Y ese amor debe ser desde aquí hasta la quebrada del ají, aunque se viva o solo se esté de paso en Oslo, Sydney o Anchorage. Digo yo.   

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