miércoles, noviembre 05, 2014

La química y la felicidad

La felicidad y por cierto su antítesis, la infelicidad, ha sido un tema de singular interés desde los viejos tiempos de la historia humana. Probablemente en las sociedades primitivas no haya existido una preocupación particular sobre esto, por estar más concentrados en asuntos de sobrevivencia. Pero cuando el hombre subió de nivel de desarrollo, tuvo más tiempo para pensar. Y probablemente descubrió muchas cosas y se cuestionó otras tantas. Se hizo preguntas complejas y profundas como  ¿Cuál es la razón de mi existencia?
Aristóteles (400 años AC) intentó responder dando una singular explicación, simplemente dijo que la razón de ser del hombre en la vida era alcanzar la felicidad y que a ésta se llegaba mediante la práctica de las virtudes. Ergo,  todos los infelices no serían virtuosos o viceversa. Desde esa fecha hasta hoy,  ha pasado mucha agua bajo los puentes y sin menoscabar al griego,  son pocas las personas que creen que las virtudes humanas son suficientes para ser felices.
Saltándonos unos 20 siglos, la búsqueda de la felicidad en estos días nuevos  ya no es preocupación de la Filosofía, sino de la  Ciencia. Y siendo así, ésta podría ser la que nos de la fórmula ganadora de cómo ser felices.
Esto suena raro, pero  la Neurociencia ha podido demostrar  que nuestras subidas y bajadas en el felicidómetro, nuestro medidor interno de la felicidad para asuntos de amor,  éxito, o recompensa y que son las motivaciones que las personas siempre estamos buscando,  ahora se sabe que están relacionadas  con "sustancias" que se producen en el cerebro.  Por lo tanto, la causa de que los humanos seamos felices no estaría en una fuente externa sino interna. Y lo interesante además, es que se han podido identificar y se sabe exactamente qué sustancias sirven  para generar tal o cual reacción en particular.
Mente sana en cuerpo sano suele decirse y esto  hoy adquiere  gran certeza, pues desde nuestra mente salen las susodichas sustancias que son consecuencia de determinadas actividades placenteras como la actividad física, la ingesta de determinados alimentos o el sexo y que ayudan a la liberación de sorprendentes neuroquímicos.  
Y como todos buscamos la felicidad, muchos en el dinero, bastantes en la comida, cada vez más en el deporte y la actividad física o en las relaciones familiares afectivas, lo interesante es que con ello generamos  sensaciones subjetivas de bienestar físico y emocional. Eso lo recoge el cerebro y produce las sustancias “mágicas”. Por eso,  si queremos ser genuinamente felices tenemos que aprender a usar nuestro cerebro, porque es ahí donde se generan la sensación primaria de felicidad y los estados placenteros.
Emociones positivas como el optimismo, la satisfacción, la alegría, el humor  y el placer, están en esta categoría.  Todo ello en  definitiva, determinan nuestro estado de bienestar, porque producen placer, alivian el dolor y las consecuencias emocionales del estrés, como lo son la ansiedad o depresión.
Lo bueno es que diversos laboratorios han logrado producir estas  sustancias  llamadas "los químicos de la felicidad, como por ejemplo la oxitocina,  que  se conoce como "la hormona del amor".
Asimismo, la comida, la bebida y el sexo actúan como estímulos naturales  y motivan conductas que provocan un aumento de la dopamina y  con ello  la sensación de placer. Cumplir una tarea o alcanzar una meta nos provoca placer y mientras mayores son los obstáculos a vencer, mayor será la satisfacción.
En todo este asunto,  a mí lo que más me preocupa es que no me falte una sustancia química cerebral  cuyo nombre ahora no recuerdo y que evita el envejecimiento prematuro y la pérdida de la memoria. Sería terrible, digo yo.  

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